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Caja De Fósforos

Caja De Fósforos

Yo esperaba cartas.

 

No me digas que no, que vos no, o que yo no.

No me digas que no eran cartas lo que esperaba o que sólo lo que hago es pedir y pedir por interminables cartas que en el fondo, que en el fondo.... No, lo sé, no dicen nada. Pero en el fondo también está mi paciencia atormentada. En el fondo también estoy endiabladamente quieto, buscando nombres, sobre todo nombres y vísperas y edades que han venido y no se han quedado, pero que siempre, que siempre, bah... ------- Vos me forzás.

Si –convengamos- yo vivo en esta caja de fósforos, la miro, me regodeo en ella, pienso en escribirle mi nombre encima (mi nombre que no es tu nombre), adoro sus fisuras, sus arrugas muertas en tantos y tantos días de ser sepultada en un bolsillo, quizás sólo un día pero un día que duró lo que una caja de fósforos, perfecta, inigualable, con sus ribetes (miles), su olor a cartón amargo, su piel árida en los lados, las incontables huellas que en ella dejo, manoseándola nerviosamente al cruzar la avenida, cuando frunzo los dedos de los pies y cruzo la avenida y finjo contener el aliento y veo la espera contenida en el aire. Cosas, miles de cosas que me hacen pensar solamente que en perder el tiempo hay un mundo tan complejo que no hay porque sentirse lástima a uno mismo, sobre todo si uno es capaz de estar ahí afuera con la certeza noble de saber que no existe absolutamente nada que hacer excepto esperar cartas y cartas y cartas, cartas a mí, cartas que me llegan a mí y no a otro y ser capaz –también- de ver la maravilla en eso. Pero la cartas y las cosas son con vos. Asunto tuyo y mío. No nuestro. Sólo tuyo y mío, vos sabés, es cuestión de olfato.

Escribo esto porque probablemente estabas ahí,  porque era ahí donde debía suceder y no en otro lugar,

                          ay las cosas que ahí te sucedían ( porque... ¿te sucedían, no?), y te ocultabas como un gato, sapientísimo maricón, y esperabas porque las cosas pasasen de largo (las cosas, sí, las cosas), como si todo fuese para ingenuos, dabas dos o tres arcadas y recién cuando todo quedaba aplanado,

                                                                   el salto y zas,

         la vuelta al sentido,

                                        único sentimiento

                                                                      de sentirte cerca (a vos y no a otro),

                     

                     ay ese carácter tuyo que es como una pared a medio pintar, la vuelta a lo tuyo y bien junto a vos, (¿bien junto a vos?), sí, bien junto a vos y nada de andar despertando ánimos de actor sentado en la segunda fila-------- si al menos te sirviese de algo, para volver a algo, para decir algo, para cerrar los abrojos, para vivir o no vivir, pero de algo y para algo.... lo último que esperabas, lo último que esperabas encontrar ahí: temores, esos temores para aficionados, los timoratos temores y las miles de maneras de no resolver nada y de no equivocarte jamás, no, nunca más, vos y tu verdugo, vos verdugo devoto, devotísimo de tus innumerables aportes a eso que llamás delicadamente La Historia y a la que le ponés mayúsculas, ¿no ves?, mayúsculas, tan inevitable eso en vos,

                                  lo tuyo es épica clase B, no hay con qué darle -----------

                   y no es de andar por ahí con la manía (la manía, sí, la manía) de mirar fijamente tus cosas como si fueran las de algún otro, justamente las de algún otro que te respira, que te baña, que te mea encima, y se mea encima /  y nos andamos y nos desandamos meándonos encima pero por pura pura pura manía, y diría que apenas, pero no. Apenas es ir y venir, verte venir / verte ir, con vos, ningún otro, (allí y acá y allí), si al menos, si al menos constase en actas....

                                                                       algo así como carpeta 33, foja 75, “diagnóstico hipotético”: síndrome de Apo...

                                                                      de Apoca...

                                                                                      de Apocalip...

 de Apocalipsistis

1 comentario

cronopio_84 -

de pequeña, cuando me aburría, cogía una cerilla tras otras y las quemaba sin parar sobre papeles usados, la veía como se moría lentamente y era feliz, luego cogía otra hasta terminar la caja, y era siempre una caja grande.

mi primer texto largo trataba sobre cerillas, fuego y como todo comenzó con una llama.

[buk siempre tenía razón, su literatura va más hallá de sexo, mujeres, palizas y cerveza, trata de la vida, simple y llana]